REFLEXIONES SOBRE LA DESIGNACION DE
UN NUEVO DIRECTOR GENERAL DE INGRESOS DEL MEF PARA EL PRÓXIMO PERÍODO DE
GOBIERNO.
Artículo: por Lic. Efraín Ramos Solano MBA CPA
Fecha: 1 de junio de 2024
En pocas semanas, iniciará un nuevo periodo gubernamental y se instalará, por ende, un nuevo engranaje político que asumirá por mandato constitucional, las riendas del poder y la toma de decisiones de gobierno.
Si bien el tema no carece de los factores políticos, no será éste, el eje central del desarrollo de mi artículo. Puesto que, por otro lado, de acuerdo a la Declaración de Principios de nuestra organización: “EL CONSEJO, se declara respetuoso ante cualquier tipo de creencia religiosa, ideológica o política entre sus miembros, pero no se somete a la influencia de ninguna ni a los intereses de colectivo profesional alguno. EL CONSEJO es, por tanto, una organización apartidista y aconfesional pero no apolítica puesto que sus miembros toman partido activamente por la justicia social y consideran que la participación política de los/as ciudadanos/as y organizaciones es la principal vía de transformación de las estructuras injustas”.
Las últimas veinticuatro horas me he pasado revisando los nombres de los designados para los principales puestos ministeriales hechos por el presidente electo, y veo en esa gran pléyade de seleccionados, sus perfiles profesionales, y debo concluir que no puedo dejar de señalar sin motivo de dudas, que estamos ante un gabinete ministerial aparentemente de “lujo” pero eminentemente, tecnócrata.
Según Wikipedia, el término “tecnocracia significa literalmente «gobierno de los técnicos» y se deriva de los vocablos griegos τέχνη (tékhnē, «arte, técnica») y κράτος (krátos, «poder, dominio, gobierno»)”.[1]
De acuerdo a la definición de Wikipedia, “la
tecnocracia es la perspectiva de un sistema de gobierno en el que los
responsables de la toma de decisiones se seleccionan en función de su
experiencia en un área determinada de responsabilidad, particularmente con
respecto al conocimiento científico o técnico. Las habilidades de liderazgo
para los tomadores de decisiones se seleccionan sobre la base de conocimientos
especializados y desempeño, en lugar de afiliaciones políticas o habilidades
políticas tradicionales.”[2]
Debo señalar que no pretendo exponer o desarrollar un temario con todo el contenido doctrinal ni filosófico del tema, que resulta resiente ya que viene de los albores del siglo XIX. Pretendo ir a lo pragmático y a lo que interesa.
Durante la pandemia del covid-19 pude constatar con mucho pesar en mi corazón, que la profesión que ejercemos no forma parte de las denominadas actividades esenciales.
No obstante ello, vemos perplejos, que pareciera ser que no somos indispensables en el desarrollo socio económico de nuestro país, pero nadie puede negar, que, sin nuestra participación profesional, la economía nacional se iría al traste.
No vendemos, ni compramos, ni transformamos, pero, los Contadores Públicos Autorizados, a través del ejercicio de nuestra disciplina profesional, somos el motor a través del cual, la institución denominada Dirección General de Ingresos, inserta como una dirección más en el organigrama funcional del Ministerio de Economía y Finanzas, puede después de que nosotros concluimos nuestro trabajo anual durante cada ejercicio fiscal, determinar con propiedad y así, poder recaudar los diferentes impuestos de orden nacional, los cuales una vez determinados, fluyen y entran al erario público, a través de las acciones que desarrolla la mencionada entidad, acciones estas que son la razón de su existencia institucional y cuya función principal es la recaudación de los impuestos tal como lo determina el artículo 1 del Decreto de Gabinete 109 de 7 de mayo de 1970, el cual fuese modificado en el artículo 128 de la Ley 8 de 2010.
La Dirección General de Ingresos del MEF durante las décadas del 70, 80 y 90 fue una institución manejada eficientemente por profesionales de la Contabilidad, y puedo señalar con cierto dejo de añoranzas, que nombres muy recordados como Petra Padilla, Florencia Ríos, Virginia Rivera, Froilán Becerra, fueron pilares sobre los que se cimentaban las bases de la infraestructura humana que regentaba la DGI. Además de ser parte de la institución que menciono, todos dichos profesionales fueron docentes universitarios de gran valor en la Facultad de Administración de Empresas y Contabilidad de la Universidad de Panamá, y con excepción de la licenciada Petra Padilla, tuve la oportunidad y privilegio de recibir clases universitarias con los demás.
Está demás señalar que durante la época que funcionaron estos
profesionales, fue una carente de la tecnología con que hoy se cuenta en esta
institución, y aún así, no se puede negar la eficiencia y eficacia de la
actividad de los contadores públicos autorizados en la DGI para ese entonces.
Durante la administración de gobierno del Doctor Ernesto Pérez
Balladares (1994 – 1999) el licenciado Jorge Obediente, con formación de
Contador Público Autorizado, desempeñó el cargo de Director General de Ingresos,
designación esta demasiado efímera dentro del ámbito de nuestra profesión.
Luego de la designación del licenciado Obediente durante el
mandato del doctor Pérez Balladares, ningún otro Contador Público Autorizado ha
ostentado el cargo de Director General de Ingresos, dentro de una institución
eminentemente para ser dirigida con propiedad por contadores públicos.
Desde la época de Pérez Balladares hasta la fecha, esta
institución ha estado regentada por abogados quienes han ganado terreno día a día
en la misma.
Lo peor de todo, es que, dentro del ambiente de nuestros gremios,
no hay manifestaciones que propugnen porque instituciones como la Contraloría
General de la Nación, el hoy Ministerio de Economía y Finanzas, y por ende, la
Dirección General de Ingresos, sean instituciones con terreno fértil para ser administradas
por nuestra disciplina profesional.
¿A quién se le ocurriría poner a un Contador Público Autorizado
como magistrado de la Corte Suprema de Justicia? ¿O a un ingeniero civil como ministro de salud?
Pero ante todo pienso que todo es cuestión de aspiraciones y visión
y visual profesional. Por ello dejo la
tarea y el reto para el relevo generacional en nuestra profesión, preguntándoles
a los mismos, dónde quieren verse ubicados dentro de los próximos 20 – 25 años
en el orden de las profesiones.
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